Sí, amigos, sí. Como lo oís. Cual no sería mi sorpresa hace unos días cuando brujuleando por Facebook va y me encuentro el nuevo anuncio de Damm. En un primer momento me resisto. Que no. Que lo dejes. Que ya sabes lo que pasa, que te ilusionas, te crees que vas a recuperar aquellos anuncios de música molona e historia de amor estival y luego te pegas un morrazo de aúpa . Que a saber lo que habrán hecho ahora.

Mi historia con Damm es larga y tormentosa, te la cuento aquí. Es como ese novio cabr*to que te deja, luego te pide volver, tú, que estás colgada va y vuelves, y a los dos días te planta otra vez. Y como tropezar yo qué sé las veces con la misma piedra es lo mío, tan temerosa como esperanzada, le doy al play.

Una cosa tengo que agradecerles. El nuevo story dura tan sólo 2 minutos, lo que es un avance frente a los 16 de “La vida nuestra”, el último anuncio de Damm, depribodrio protagonizado por un más que intenso Tyrion y tumba oficial de uno de los eslogan más conseguidos de la publicidad patria, el Mediterráneamente.

Pero que el metraje sea breve no alivia demasiado la redundante sensación de Whaaaaat??? que han venido dejando los cortos de Damm de un tiempo a esta parte.

No me meto en la factura técnica del producto. Un imagino que sustancioso presupuesto dan para que la cosa salga decente. Pero por favor. ¿Qué les pasa con los guiones? De todos los que están metidos en el fregado, director creativo, guionista, director, productor, responsable de marketing, de todos los que por sus manos pasa el guión, ¿a nadie se le ocurre darle una vuelta? ¿De verdad lo aprueban sin plantearse que esta historia es un sinsentido, lo mires por donde lo mires?

Imagino la escena en la sala de reuniones de la agencia. Como si lo viera.

El director de marketing de Damm, acoj***do, todavía escucha el eco del sonoro “plof” que hizo la cabeza de su antecesor al caer de la guillotina: “Que… va a ser que esto del Tyrion no salió bien, que dicen de arriba que cuando hacíamos lo del Mediterraneamente la cosa iba mejor”.

El director creativo, que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar: “Si tú me dices ven, lo dejo todo. A mandar, rey”.

Y ahí lo tienes. Un intento de resurrección de Mediterráneamente tan poco afortunado que lo único que han conseguido es un walking dead flojucho, inverosímil, confuso y con cero interés.

Para que el storytelling como estrategia de comunicación funcione no basta una buena producción, la historia tiene que estar bien contada.

Damm lleva muchos años utilizando el storytelling como estrategia de comunicación y me resulta cuanto menos decepcionante que a estas alturas parezca que no sepa que para que esto de contar una historia funcione no vale escribir cualquier cosilla. Ni aunque esté basada en una gran historia como Cyrano, de la que sólo se quedan con la anécdota. No vale pillar a dos celebrities y ponerlos en una localización molona. Y desde luego no vale una producción solvente. No. Para que esto funcione, la historia tiene que estar bien contada.

Y ya no me refiero a temas de estructura, ni de cambios de ritmo, de clímax o conflicto. Me refiero a lo básico: para que una historia funcione tiene que transmitir una verdad. Ojo, y no hablamos de verosimilitud, ahí está Juego de Tronos, hablamos de autenticidad. Hablamos de una verdad que está tanto en el continente como en el contenido y que conforma el núcleo del mensaje. Sin eso, el storytelling, por muy mediterránea y chula que sea la puesta de sol en Menorca, no nos sirve para nada. Porque no nos lo creemos.

¿Y por qué no es verdad lo que cuenta Damm? Porque desde el momento en que la prota es cocinera y camarera a la vez, que no recuerda los ingredientes de sus platos, que le tienen que soplar el secreto de la caldereta, que no hay cocina y la historia se supone que se desarrolla en un restaurante (y si eso es la cocina, paso de ir a ese sitio), que tienes a Chicote metido ahí… en fin, un despropósito.

La verdad de una historia reside en los detalles, aquello que aparentemente es insignificante, es lo que pizca a pizca construye la base para que lo que estás contando tenga sentido.

Si la dotas de un contexto de realidad, cualquier historia, cualquiera, desde que un alien venga a la Tierra y se haga amigo de un niño, hasta que un gorila enorme se cuelgue del Empire State, será verosímil y nos la creeremos, la compartiremos y la sentiremos como propia. Sin eso, la historia más cotidiana, la más normalita y sencilla, no colará.

El storytelling es una herramienta muy potente, quizás la que más, porque tiene la capacidad de generar emociones al mismo tiempo que suministras información. Un cóctel totalmente demoledor para nuestro cerebro, que asocia emociones a recuerdos. Como cualquier herramienta, tiene unos modos de uso, un manual de instrucciones básico que podrás saltarte única y exclusivamente cuando la controles totalmente. No hay reglas para contar una historia. No hay una fórmula mágica. Pero sí unas formas. Y una clave: la verdad. A poquito que la cuentes bien, está hecho. Porque a todos nos encanta que nos cuenten una historia. Y creérnosla.

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¿Y tú? ¿Qué opinas del nuevo anuncio de Damm? Déjame un comment y gritaré tanto como Pe cuando le dió el Oscar a Pedro. 😉

Post Author: sandra

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